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Hoy estoy contenta, muy contenta, la verdad. Y lo estoy porque lo que he conseguido, hace tan solo unos meses me parecía imposible.

Siempre vuelvo sobre mis pasos y no me doy cuenta. Qué alegría haber logrado ese imposible, haber cumplido lo que en principio no era más que un empeño inútil de mis padres, como tantos otros de los que tienen conmigo.

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Siempre vuelvo sobre mis pasos y les hago daño. Quizá por eso hoy, sin pensármelo un momento, los he abrazado hasta con fuerza (nunca lo hago) cuando por fin he hecho realidad lo que creía inalcanzable, inasequible, ilusorio, irreal y muchos más adjetivos con el mismo prefijo negativo. Pero aquí estoy, emocionada como pocas veces.

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Siempre vuelvo sobre mis pasos porque lo necesito y tengo que hacerlo. Aún recuerdo la noche, hace meses, en que entraron los dos en mi habitación y me lo propusieron: “Vamos a subir. Tú también puedes”. Ya estábamos otra vez con el “tú puedes”, toda mi vida oyendo el mismo sonsonete. No supe si reír o llorar. Simplemente me negué.

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Siempre vuelvo sobre mis pasos, y arrastro tras de mí una pesada maleta repleta de sinsabores. Luego llegaron los primeros entrenamientos porque pese a mi negativa, si algo define a mis padres es su perseverancia. Dicen que es por mí. Y sí, lo creo, pero qué pesadez. No llegamos muy lejos. Todo acabó en nada, o en casi nada. Fracaso.

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Siempre vuelvo sobre mis pasos y no, las cosas no iban a ser de otra manera a la primera de cambio. Y aunque volví a negarme, volvieron a insistir. Y no sé cómo hice de tripas corazón e intenté complacerlos, tal vez para que se callaran y me dejaran en paz, o tal vez porque los quiero de una manera muy especial que nunca he sabido explicar. Y entonces los vi algo más satisfechos. Yo también lo estaba, no había renunciado sin más ni más.

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Siempre vuelvo sobre mis pasos, y cuando  lo hago sé que soy yo, me guste o no. Les guste o no a quienes me conocen. Conforme el buen tiempo se acercaba, se incrementaron las escapadas para lograr su propósito, que era ya mi propósito. Y combiné (combinamos) avances y retiradas, progresos y caídas, sonrisas y lágrimas. Pero jamás volví a decir que no  lo haría.

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Siempre vuelvo sobre mis pasos, y a veces pienso que nada ni nadie podrán impedirlo. Pero hoy ha sido todo distinto. Hoy he logrado lo que di por imposible aquella noche que mis padres entraron en mi habitación, lo que bauticé como “el sueño de los prefijos negativos”. Hoy, que era el día del sí o el no definitivo,  he coronado la cima del Aneto. Con su glaciar, su paso de Mahoma y su todo. 3404 metros. He apuntado la cifra exacta en la libreta de mis cosas personales, en la aplicación de notas del móvil y sobre todo en mi cabeza. Y me la he martilleado en silencio hasta la saciedad. La ocasión bien lo merecía. Porque he podido hacer algo en lo que no creía. Ellos tenían razón. Bueno, y yo también.

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Siempre vuelvo sobre mis pasos, llevo mucho tiempo haciéndolo. Y sin embargo hoy no ha sido así. Hoy he llegado al final, a arriba del todo. Con mucho esfuerzo, con la ayuda de mis padres y de quienes me han acompañado, sí, pero andando sola. Yo, que apenas caminaba más que para contar el número de pisadas que daba hasta la puerta del colegio. Y ahora estoy aquí, dueña de todo, hasta de mí misma. Por eso, cuando he visto la foto que nos hemos hecho delante de la cruz y la Virgen de la cima, he pensado que había eliminado de golpe y porrazo un montón de palabras horribles con el maldito prefijo. Qué bien. Qué peso liberado.

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Sí, supongo que volveré sobre mis pasos, siempre vuelvo, pero qué orgullo me produce terminar esta pequeña historia (mi historia) afirmando que hoy, 16 de agosto de 2022, no lo he hecho. Hoy no he vuelto sobre mis pasos. Hoy he crecido con ellos. Y quería contarlo.

 

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Los pasos

Javier García Sesma

Hola soy Javier García Sesma, profesor de Instituto y amigo de Menchu y Carlos. Yo también me quiero presentar con una foto que mantenga viva la metáfora sobre la que se sustenta todo este proyecto que tanto tiene de reto: la montaña.  Desde hace ya un tiempo, sé de sus esfuerzos por dar a conocer el TOC,  y sobre todo por hacer la vida más grata a cuantos tienen que lidiar diariamente con él con la esperanza, siguiendo con la metáfora, de que puedan encontrar "laderas cada vez menos escarpadas", tal y como ellos  dicen en su presentación. Cuando me propusieron poner mi granito de arena en este 42 Tips x Toc, no lo dudé un momento. Como tampoco dudé en que aquello que escribiese tenía que ser desde la empatía, empatía con quienes sufren TOC y empatía también con quienes están al lado de los que lo sufren. Y así surgió este relato.

Sisu - TocZgz

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